Cuando encontró ese sol de Alfonso Reyes

A su arribo al Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo, Adolfo Bioy Casares no pudo evitar derramar lágrimas de alegría y de emoción, conmovido por pisar al fin la tierra del Regiomontano Universal.

Fue la tarde del martes 25 de junio de 1991 cuando el Premio Internacional Cervantes (1990) llegó a Monterrey para entablar una charla con la comunidad universitaria en la Capilla Alfonsina.
No pudo haber sitio mejor para llevar a cabo el evento, ya que en ella Casares se encontró con los libros pertenecientes a Alfonso Reyes, alguno de ellos, sus propias obras que un día le dedicara.

En el presidium estuvieron Alicia Reyes, nieta de Alfonso Reyes; Raúl Rangel Frías, en aquel tiempo director general del Instituto de la Cultura de Nuevo León; Porfirio Tamez, quien fuera director de la Capilla Alfonsina y Jorge Pedraza, entonces secretario general del ICNL.

Después de una larga presentación del invitado, gran amigo de Borges, Alfonso Rangel Guerra tomó en cuenta que el público había asistido para escuchar al autor de El sueño de los héroes, y le cedió la palabra.

Siempre se mostró contento y sonriente al intentar ser orador como dijo Bioy a los casi cincuenta asistentes reunidos esa tarde.

El escritor argentino habló de su vida, su obra, sus grandes amigos y de la literatura.

De Reyes expresó su admiración y, con añoranza, recordó los días en que el Regiomontono Universal visitara a su padre en Argentina, cuando él era sólo un niño de 11 o 12 años. De ahí su cariño a México, los lazos fueron también la amistad heredada de Reyes a través de su hijo Alfonsito quien fuera su compañero de colegio.

Calificó como los mejores años de su vida los tiempos en que leía a Reyes, gustaba de su poesía, sus ensayos; y siguiendo su costumbre, el autor de la Invención de Morel iniciaría el hábito de leer de todo con el fin de obtener una cultura enciclopédica.

Así se expresaba quien un día anterior (24 de marzo 1991) recibió en la ciudad de México el Premio Internacional Alfonso Reyes de manos del presidente Carlos Salinas; premio otorgado anteriormente al propio Borges, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Jorge Guillén y Alí Chumacero, entre otros.

Casares confesó, después de querer ser campeón de boxeo y tenista, que la lectura del Quijote produjo en él la pasión de escribir historias y la facilidad para la creación de mundos artificiales pero verosímiles.

Muchos años pasaron después y el nombre de Cervantes se le asociaría de nueva cuenta cuando el escritor latinoamericano recibió en España el Premio Cervantes en 1990.

De sus inicios como escritor reconoció que sus primeros libros fueron malos, adjetivo justificado por la inmadurez de su juventud, en la que escribía, jugaba tenis y además tenía amores, "todo a la vez es difícil hacerlo y que salga bien".

El exponente de la literatura fantástica latinoamericana dijo sentir preferencia por la poesía de Ramón López Velarde, de quien recitaría en ese momento Suave patria.

A pesar de su gusto por la poesía, decidió inclinarse a escribir novelas y luego cuentos por considerarlos más rápidos. La literatura fantástica le trajo éxito, reconocimientos y satisfacciones personales, pero nunca escribió por un premio; "nunca escribí para triunfar, ni recibir homenajes, escribí porque quería escribir", externó Bioy.

"No sé si la literatura fantástica sea la mejor de todas, yo estoy un poco harto de ella, pero sigo escribiéndola."

Dos grandes escritores del mismo corte fantástico, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, se identificaron un día a grado tal de escribir juntos, incluso firmar bajo un mismo seudónimo (Bustos Domecq), también serían grandes amigos. La coautoría de libros como Antología poética argentina donde también participó su esposa Silvina Ocampo, Antología de la literatura fantástica, y de dos guiones cinematográficos, Los orilleros y El paraíso de creyentes (1954), le traería a Bioy experiencias gratas.

Con el recuerdo de Borges, vendrían las anécdotas: "Sólo sé que hacíamos cuentos porque nos aburríamos, nos reíamos de cosas que a mi esposa Silvina le parecían idiotas".

Fue como una simbiosis, Bioy aprendería de Borges a apreciar el surrealismo, y este último aprendería de Bioy que la sencillez en la escritura también es importante. Alguien no menos importante para el creador de Plan de evasión, fue su esposa Silvina Ocampo, determinante en su vida, con quien vivió desde 1922.

"Es una mujer que no se parece a nadie , me gusta porque es original, tengo de ella una experiencia cotidiana" , reconoció esa tarde.

El escritor argentino recomendó a los jóvenes escritores escribir bastante, ser observadores, pero sobre todo no escribir pensando en publicaciones, homenajes o premios... "si llegan, bienvenidos".

"Prefiero que escriban por plata porque no tienen eso, porque lo necesitan, eso me parece muy bien, pero que escriban por vanidad, eso me parece pésimo."

Después de una hora de preguntas y respuestas, de firmar autógrafos, de observar los libros que él mismo le dedicó a Alfonso Reyes y de recordar haberle enviado también escritos muy malos, terminó el encuentro.

Bioy seguía sonriente tras la insistencia de Rangel Frías para que el maestro descansara, él respondió: "Estoy tan acostumbrado al cansancio que si me faltara entonces sí me iba a sentir mal".

Adolfo Bioy Casares tenía 76 años y consciente de que la vida se pasa muy pronto, recomendó gozar bien los momentos felices y verla todo el tiempo pensando en que se va en un tren que no ha pasado por ese sitio.

Adolfo Bioy Casares salió robustecido de alegría, pero no sólo esa tarde de junio, ya que a pesar de las dificultades y las tristezas, haciendo un balance, su vida había sido feliz.

Fuente: Yazmín Gallegos, UANL

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